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El último objeto que hay en la caja es muy especial. No es una foto. Es más grande, pesa más y cuesta más sacarlo. Es una tableta. El siglo XX está a punto de acabar y la digitalización ya no es el futuro, es un hecho. La tableta no tiene ninguna imagen icónica en su pantalla. Lo curioso es que contiene todas las fotos que hay en la caja en formato digital, y millones de instantáneas más de todo tipo. En muy pocos años se ha conseguido reducir el espacio, el almacenamiento y el modo de hacer fotografías.

 

A partir de la década de los 90, la espera del revelado acaba. Las cámaras digitales son instantáneas y nos permiten ver nuestras fotografías inmediatamente. El suspense de cómo habría quedado la foto, si había salido mal o borrosa. Todo este proceso que parece muy simple y banal, tenía su encanto. El lado positivo de las cámaras digitales fue la espectacular mejora técnica y de calidad que adquirieron las cámaras, así como la facilidad de que dotaron a estos artefactos y convirtieron la fotografía en algo al alcance de cualquiera.

 

¿En qué casa no había una cámara digital? Los viajes ya no fueron lo mismo, las cenas con los amigos, los cumpleaños. Una vez se retrataba el momento, todos se acercaban al artífice de la instantánea para analizar la fotogenia de sus protagonistas. La fotografía había pasado de un ámbito artístico y profesional a una sociedad fotógrafa con sus pros y sus contras: no siempre lo fácil es sinónimo de calidad.

 

Y calidad no es sinónimo de perfección. La foto con más calidad puede tener el peor contenido. La pintura retrataba sobrevaloradamente al retratado, por muy feo que fuese. Las cámaras actuales tienen una resolución altísima y más si la imagen tiene un propósito profesional o publicitario. Hablamos del photoshop y los retoques digitales, algo omnipresente en la fotografía actual. Lo que antaño era con fines políticos y manipuladores por prensa y gobiernos, se convierte hoy en día en una obsesión por que los protagonistas de los anuncios parezcan veinteañeros cuando tiene 35. Al fin y al cabo el resultado es el mismo, engañar a la gente.

 

Entonces llegaron Apple y los smartphones. También llegaron las redes sociales. Todo el mundo tiene un móvil con cámara, un iPhone o un iPad y una cuenta en Twitter y Facebook. Instagram nos ha convertido en "fotógrafos profesionales" haciendo fotos de nuestra comida o nuestros gatos. Los retoques en las revistas son ominpresentes y la manipulación en la prensa en estos tiempos de crisis económica y social son una aplicación muy útil. Las cámaras ddigitales se han quedado obsoletas, porque los móviles tienen mejores cámaras. No estamos ante el final de la fotografía como arte y herramienta periodística, pero sí somos y seremos testigos de un enorme cambio que dejará un panorama completamente diferente al que había hace dos siglos. 

 

ACTUALIDAD

© Ziortza Aspiazu - Begoña Campo - Jone Casado - Cristina González - Victor Iturregui
 

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